sábado, 5 de diciembre de 2020

NOVELAS TV - 23 al 29 de Febrero de 2004


SARA MONTIEL

Fue la primera estrella española que deslumbró al mundo con su belleza. De cuna humilde, su vida es un cuento de hadas. Con 21 años, Sarita Montiel hizo las Américas y triunfó en Hollywood. Presume de haber seducido a muchos hombres y fue la cupletista abandonada del cine español. Cuando murió el cuplé se pasó a la canción moderna. Se hizo mayor con un puro encendido en la boca y, varias décadas después, sigue de actualidad. Su último matrimonio, con el cubano Tony Hernández ha sido la salsa de todos los corrillos. 


Fue en Campo de Criptana (Ciudad Real) donde nació Sara Montiel el 10 de marzo de 1928 y con el nombre de pila de María Antonia Abad Fernández. Su padre era gañán del campo y murió joven. Su madre fue peluquera. En una de sus biografías consta que estudió en un convento de dominicas y luego pasó al colegio Jesús María de Orihuela (Alicante). Realmente careció de formación, como todas las niñas de su generación a las que se negó acceso a los estudios por un problema estructural, era la posguerra y no había planes ni profesorado. Ella ha mantenido que permaneció analfabeta hasta los 22 años. Cuenta Sara en sus memorias que fue una niña enamorada de su padre, los chicos de su edad le parecían mocosos. Despertó enseguida al sexo y el día que acabó la Guerra Civil Española se enteró del acontecimiento mientras hacía tocamientos con un amiguito de su edad. Sara tenía 11 años recién cumplidos. Si dice la verdad sobre su vida, sin duda fue singular, no solo en belleza, también en libre pensamiento. Sin embargo, hasta Marujita Díaz, que convivió con ella, la llama mentirosa en sus memorías: “María Antonia”, escribía, “mientes más que parpadeas”.

 

Belleza precoz

La belleza de esta criatura se manifestó temprana y a los 15 años la descubrió el productor Vicente Casanova, hombre fuerte de Cifesa –líder del sector en la época- que descubrió a Jorge Mistral y otros grandes de su tiempo. Don Vicente hizo que María Antonia Abad concursara en una convocatoria para jóvenes actrices y ganó. Al año siguiente debutó en el cine con el nombre de María Alejandra en la película Te quiero para mí, de Ladislao Vajda. En el mismo año hizo otra película, Empezó en boda, de Raffaello Matarazzo, con Fernando Fernán Gómez y la mítica Guadalupe Muñoz-Sanpedro. Pero pasó al olvido hasta que Enrique Herreros, uno de los grandes agentes de la época, se hizo cargo de ella y la rebautizó como Sara Montiel.


Uno de sus grandes éxitos fue "El último cuplé" (1957), dirigida por Juan de Orduña y junto a Armando Calvo. 

No estaba el horno para bollos en el cine español de los 40. Las producciones eran escasas y la censura no facilitaba las cosas. Sara Montiel se hartó.

Algunas películas fueron un éxito, como Mariona Rebull o Locura de amor, pero muchas no fueron gran cosa. Sin embargo, su alma aventurera y su rabiosa juventud la empujaron hacia un horizonte más esperanzador. Quería ser toda una estrella. En 1950 hizo las maletas y se fue a México para hacer las Américas. El cine mexicano vivía su momento histórico, conocido como “época de oro”.

 

Entre México y Hollywood

La industria mexicana competía con la española, que funcionó bien en los años 30, y con la argentina, pero pertenecían al Eje de la América nazi y no facilitó el abastecimiento industrial. 


Sara, guapísima, en "Veracruz" (1954), de Robert Aldrich, junto a Gary Cooper. 

En cambio, México recibía ayuda de Estados Unidos, con lo que su industria se entroncó fácilmente con Hollywood. Además se hacían producciones de alta calidad técnica y artística. Sarita Montiel llegó con 21 años. Arrasó. El público azteca la adoró enseguida. Hizo casi 20 películas, entre ellas Cárcel de mujeres, Ahí viene Martín Corona, Piel Canela o Cuando se quiere de veras. La cima de la gloria la pisó Sara Montiel en Hollywood, donde hizo tres películas: Veracruz, de Robert Aldrich, con Burt Lancaster y Gary Cooper en el reparto; Serenade, de Anthony Mann, junto a Joan Fontaine, Mario Lanza y Vicent Price; y, finalmente, Yuma, de Samuel Fuller, junto a Rod Steiger. Además se casó con uno de los grandes directores, Anthony Mann, en 1956.

La vida amorosa de Sara Montiel afloraba con empuje adolescente. La lista de enamorados la inauguró Miguel Mihura, todo un clásico. El dramaturgo leía los guiones cuando Sara tenía 15 años y debía aprenderlos de memoria. Además de enamorado ejercía de maestro de escuela. También le enseñó a escribir juntas vocales y consonantes. Luego llega otro autor clásico, León Felipe, alto poeta que le enseñó a leer cuando llegó a México para hacer cine y se codeó con los intelectuales y exiliados españoles. Si surge la ocasión, Sara suelta una lista de ilustres con los que afirma haber mantenido relaciones. Y no es una lista cualquiera, con nombres como Ernest Hemingway o Severo Ochoa, ni más ni menos. En el documental Asaltar los cielos, de Javier Royo y J.L. López Linares, afirma que conoció a Ramón Mercader, el asesino de Trostky. Fue a visitarlo a la cárcel y le llevó un jersey para que no pasara frío. Sara Montiel es una madraza, aunque no se note por el brillo cegador de diosa que presenta. La diosa volvió a España en 1957 y le pusieron como alfombra El último cuplé, un éxito rotundo. Sara subió al estrellato, pero se casó con un señor que la retiró, Vicente Ramírez Olalla, un empresario con el que contrajo matrimonio en Roma. Según la Iglesia, aquella unión duró 14 años, pero lo cierto es que Sara salió pitando cuando su marido se puso plasta. La Montiel era una estrella muy fotografiada cuando llegaron los 60, en la que cultivó el papel de cupletista desamparada. Seguía siendo una mujer bellísima, pero al papel cinematográfico le salían grietas. 


En 1964 se casó en Roma con José Vicente Ramírez Olalla. 


Su tercer marido y su gran amor fue el abogado y periodista Pepe Tous, con quien se casó en 1979 en Mallorca. 

Todavía dio frutos como Varietés, de J.A. Bardem, junto a Vicente Parra, pero el cine la despedía. La estrella reaccionó subiendo a los escenarios convertida en Saritísima, nombre que le regaló el escritor Terenci Moix. Se pasó a la canción moderna, sus temas susurrantes se bailaron en muchas discotecas. La estrella se dio unos retoques y en la portada del disco apareció con la melena al viento y pechos insinuantes. Tenía 48 años, pero aquella imagen inundó las taquillas de los soldados que hacían la mili de reemplazo en 1976.

Su marido verdadero fue Pepe Tous. Juntos adoptaron a los dos hijos, Thais y Zeus. Con él vivió en Palma de Mallorca, donde editaba un periódico, Última hora. Pepe falleció en 1992. Sara siguió trabajando, se instaló de nuevo en Madrid y no ha dicho que abandone la escena. Su última aparición estelar la hizo para la cadena MTV cuando en 2002 dio sus premios a la música. 


Sara celebró su 70 aniversario acompañada de sus hijos Thais y Zeus. 



Sara, con su marido, el cubano Toni Hernández, y la hija de éste, Daylin. 

Pero toda una vida dedicada al cine, con casi 50 películas, y a la música, con canciones que están en el recuerdo de todos, no fueron suficientes para frenar a Saritísima. Escandalizó al país al casarse con un hombre mucho más joven que ella, el cubano Tony Hernández. La estrella se estrelló con los programas de televisión. Además, ha puesto en el mercado un libro de memorias, Vivir es un placer, en el que habla abiertamente de su vida sexual. A estas alturas de su vida ha levantado oleadas de críticas. La Montiel pone cara de “fumando espero”. Cuenta que Pedro Víllora, el autor, sacó material de 15 cintas grabadas para llenar las 400 páginas del libro. “Ordenó los tiempos y fue intercalando los olvidos” declaró la diva, quien, a la vejez viruelas, se le vieron los montajes debajo de las enaguas. Pisa morena, pisa con garbo.


 Textos: MARIANO SÁNCHEZ


La publicación incluye el siguiente póster de la diva:




EL RECORTE CCCLXVIII
Una rutilante vida, la de 'la Montiel', que concluyó el 8 de abril de 2013. Así recogía la noticia la revista Pronto en su número de 20 de abril de 2013. 


EMOTIVO ADIÓS A

SARA MONTIEL

La famosísima protagonista de “El último cuplé” falleció en su casa de Madrid, por causas naturales, el pasado lunes 8 de abril


Sara Montiel, la primera actriz española que triunfó en Hollywood, descansa desde el pasado 9 de abril en el cementerio madrileño de San Justo, junto a su madre y su hermana. A pesar de que acababa de cumplir 85 años, la muerte de una de las grandes divas del cine español, sucedida un día antes en su domicilio de Madrid, causó auténtica sorpresa y conmoción porque, aunque con los achaques propios de la edad, su estado de salud era bastante bueno. La noche anterior había estado disfrutando con su hija, Thais, de una agradable velada cinematográfica y, al día siguiente, se levantó temprano porque tenía que viajar a Oviedo para ser intervenida en la clínica oftalmológica del doctor Fernández Ochoa. Pero, recién levantada, se empezó a sentir mal y le pidió a Ana, la mujer que durante 17 años la ha cuidado con devoción de amiga, que llamara a su hija. Poco después, la artista se desvaneció y ya no recuperó la consciencia. La unidad de emergencia que acudió a la vivienda sólo pudo certificar su muerte por causas naturales. Moría un mito que, como ella misma decía el día de su último cumpleaños, no tiene sucesora. Ciertamente, Saritísima será irrepetible. 


El cortejo fúnebre con el ataúd de la artista a su paso por el cine de Callao, donde se proyectó una de sus películas. 


Una pantalla gigante en la fachada del cine Callao

Y como estrella que fue, la protagonista de “El último cuplé” recibió una despedida de película. En el corazón del Madrid más castizo cientos de personas miraban, extasiados, a la mítica manchega en una pantalla gigante instalada en la fachada del cine Callao, a la espera del paso del cortejo fúnebre de una actriz que, según sus propias palabras, era de otra galaxia. A media mañana, finalizada la misa funeral, 11 coches negros –dos de ellos repletos de coronas y con una gran foto de la artista- recorrieron la Gran Vía, entre gritos de “guapa, guapa”. Horas después, Saritísima –como la rebautizó su amigo Terenci Moix- era enterrada en el panteón familiar ante el compungido semblante de su familia y las lágrimas del actor Giancarlo Viola, su gran amor intermitente, que se abrazó al ataúd color caoba rematado con un Cristo y una docena de claveles rojos.

El día anterior, en el tanatorio de San Isidro, donde estuvo instalada la capilla ardiente, su hijo, Zeus, había dado “las gracias, en nombre de mi hermana y mío, a los medios de comunicación y a tantos amigos como nos están llamando, por el inmenso cariño que demuestran hacia nuestra madre. Nadie esperaba su muerte, ha sido inesperada y, en estos momentos, me siento como en una nube, porque no me hago a la idea de que no vamos a verla más. Espero que a todo el mundo le quede un gran recuerdo de ella. Cualquiera puede cometer errores en su vida, pero se merece el perdón. Y Sara Montiel ha sido una gran estrella, una gran madre y una gran mujer”. No dejó claro qué había que perdonarle a su madre, pero perdonada está.

Su hermana, Thais, se mostraba hundida, tan afectada que le fue imposible hablar con los medios de comunicación en el tanatorio, donde nosotros pudimos darle el pésame en una sala del recinto funerario, muy cerca del ataúd de su madre, que permanecía cerrado y con una foto encima porque Sara no quería que su cuerpo fuera mostrado en el postrer momento. “Mi madre deseaba un entierro sencillo y que la gente la recordara como era, una mujer buena a la que quiero muchísimo”, nos dijo con voz entrecortada por la emoción. “En las últimas semanas de su vida se movía de arriba para abajo, no paraba de hacer cosas. Cenaba fuera con amigos, salía por ahí… Nadie se esperaba un desenlace como éste. Han sido muchos años a su lado y me siento destrozada”, explicaba su fiel Ana.

La representante de Sara desde hace siete años, la exactriz Carmen Grey, afirmó que “todos estamos en estado de ‘shock’, hemos perdido a alguien muy querido, a una gran persona y a una estrella del espectáculo. Su muerte ha sido inesperada, una sorpresa. El viernes anterior estuvo cenando con unos amigos, y el sábado lo hizo en mi casa y comentamos la información que nos habían enviado desde el Festival de Berlín, donde tenían previsto hacerle un homenaje el próximo mes de noviembre”.

 

La artista tendrá una calle con su nombre en Madrid

Amigos y compañeros de profesión pasaron por la casa de la fallecida y por el tanatorio para darle su último adiós. La alcaldesa de Madrid, Ana Botella, confirmó que se le hará “un homenaje en las Vistillas el próximo día 11 de mayo. Sara era una persona muy querida y propondremos en el pleno del ayuntamiento que se ponga su nombre a una calle de la capital. Era una de las artistas españolas más destacadas y está enraizada en la cultura de nuestra ciudad”.

Muy afectada y llorando, Marujita Díaz repetía: “No hay derecho, no es justo, ha sido una gran pérdida, no me lo creo, estoy destrozada”. Para la también actriz Conchita Bautista “hoy es un día tristísimo. Esta muerte me ha impactado mucho. Me he quedado helada, el corazón me ha dado un vuelco”. Encarnita Polo, que fue acompañada por el pintor Antonio Montiel, manifestó que venía a “despedirme de la amiga y de la artista. Ha sido una mujer muy importante para España y para el mundo. Me da muchísima tristeza esta despedida”.

Según Norma Duval, “siento una fuerte conmoción. Sara ha dejado un legado fantástico como artista y, humanamente, se va un ser extraordinario. Tuve la gran suerte de poder tratarla mucho años y hoy estoy muy triste”. Loles León y Bibiana Fernández llegaron juntas al tanatorio. Bibi comentó que “nos despedimos de uno de los personajes más grandes de la historia del cine español. El muy duro, un día muy doloroso. Tuvo una vida espectacular, vivió como quiso, y, si al final de sus días se sentía algo sola, tal y como han comentado en un programa de televisión, le digo, allá donde esté, que todos nos hemos sentido solos en algún momento de nuestra existencia”. Su amiga Loles aseguró que estaba “tristísima porque se ha ido una mujer única. Y seguro que hoy querría que todos estuviéramos llorándola y, al mismo tiempo, riéndola”.

Alaska y Sara estaban muy unidas. “La admiraba muchísimo, era un ejemplo para cualquier artista, la voy a echar mucho de menos”, aseguró la cantante para cuyo grupo, Fangoria, Montiel grabó un vídeo en el 2009. También vimos por allí a José Manuel Parada, Isabel Luque, el restaurador Lucio, Pedro Ruiz, Jesús María Amilibia y su mujer, Ketty Kaufman, Natalia Figueroa y su nuera, Amelia Bono, Tony Genil, Massiel, Moncho Borrajo, Charo Reina y Octavio Aceves, entre otros muchos.

 

“Mi mayor temor es enfermar y morirme con sufrimiento”

Sara deseaba un velatorio muy sencillo, se lo había comentado a sus hijos ante el hipotético caso de una muerte cercana, pero nadie pudo evitar que se acercaran al tanatorio cientos de fans con ramos de flores. Uno de ellos, Andrés Álvarez, resumió con estas palabras lo que sentía por la manchega: “He crecido con las películas de esta gran mujer. Era hermosa por dentro y por fuera. La admiraba profundamente  y pensaba, en mi inconsciencia, que no podría morirse nunca. Hoy me ha dejado muy triste y muy solo”.

Zeus y Thais seguirán residiendo en el amplio ático del barrio de Salamanca en el que compartieron tantas vivencias con su madre. Con ellos, la fiel Ana. Tres personas unidas por el recuerdo de una Sara Montiel admirada y querida.

Fue una grandísima diva del cine, que cantaba mientras dormía (nos lo descubrió su hermana Elpidia en una tarde de confidencias), que se definía tímida y se sonrojaba con los piropos, aunque intentara aparentar lo contrario, y que rezó cada noche, hasta el final de sus días, en memoria de su madre y de su hermana. En una ocasión, hace un par de años, nos desveló con cara de preocupación que “mi mayor temor es coger una enfermedad mala y morirme con sufrimiento. Cuando llegue mi hora, que todo sea rápido, sin dolores y sin penas, que no me entere de nada…”. Y así ha sido. Descanse en paz.

 

TEXTO: JOSÉ DE SANTIAGO / INÉS GRACIA

FOTOS: AGENCIAS Y SANDRA CUENCA

 

VIDAS INTERESANTES

SARA MONTIEL

La primera española que triunfó en Hollywood


El pasado 8 de abril fallecía en Madrid, a los 85 años, una de las manchegas más internacionales gracias a su proyección como estrella del séptimo arte. Casada en cuatro ocasiones, llevó la vida que quiso y de la manera que le apeteció. 

María Antonia Vicenta Elpidia Isadora Abad Fernández nació el 10 de marzo de 1928 en Campo de Criptana (Ciudad Real). Fue la única hija de Isidoro, un agricultor, y María Vicenta. Del primer matrimonio de su padre tuvo tres hermanos: Elpidia, José (muerto de tuberculosis a los 26 años) y Angelines, y su madre había aportado otro niño, Antonio, nacido cuando era soltera. La familia vivía humildemente y ella solía decir: “Nací pobre, pero increíblemente bella”. Y nacer, nació de milagro, porque, según explicó en sus memorias, su madre no quería más hijos por la pobreza en que vivían y se sometió a un aborto. Perdió un feto pero, como venían gemelas in que lo supieran, ella sobrevivió y llegó al mundo.

Con 7 años, se mudó con su familia a Orihuela (Alicante), donde su padre encontró trabajo como mayorista de vinos. En esa época su madre dio a luz un niño, que murió a los 11 meses, en plena Guerra Civil. Asistió durante poco tiempo a un colegio de monjas donde sólo le enseñaron labores del hogar, que después la servirían para ayudar a la familia como costurera. 


Descubierta cuando cantaba una saeta

El Viernes Santo de 1941 se atrevió a cantar una saeta, con tanto sentimiento que llamó la atención de José Ángel Ezcurra, propietario de Radio Mediterráneo y muy conectado con Cifesa, la gran productora de cine de la época. Uno de sus dueños, Vicente Casanova, quedó encantado con ella y le pagó clases de canto y declamación. En 1942, se trasladó a Madrid y, dos años después, hizo su primera aparición en la pantalla con la película “Te quiero para mí” con el nombre artístico de María Alejandra. Tras aparecer en una revista, el representante de artistas Enrique Herreros decidió convertirla en una estrella: la rebautizó como Sara Montiel e hizo que aprendiera a maquillarse, a caminar con tacones, a elegir vestuario…

Su primer papel protagonista fue en “Empezó en boda” (1944) junto a Fernando Fernán Gómez, del que decía que le enseñó a besar. Tenía 16 años, y con las 7.000 pesetas que ganó le compró un sombrero, una corbata y unos zapatos a su padre y unas copas de cristal a su madre. En esa época vivió un amor imposible con un científico alemán de 40 años, que la llevó a un intento de suicidio, saltando de un autobús en marcha. Por suerte, sólo sufrió pequeñas contusiones. En 1945, le presentaron al dramaturgo Miguel Mihura, a quien definía como “el hombre que me hizo mujer. Yo tenía 17 años y él, 41. Estaba convencida de que nos casaríamos, pero luego él no quiso. Se sentía muy mayor”. Mihura empezó a enseñarle a leer, le consiguió un papel en “Locura de amor” (1948), junto a la gran Aurora Bautista y, al salir del cine, la gente solía comentar: “La que está buenísima es la mala”.

Mihura le aconsejó que fuera a hacer las Américas y aterrizó en México donde, entre 1950 y 1955, participó en 14 películas. Durante su estancia allí conoció al poeta español León Felipe, otro de sus enamorados, y quien terminó de enseñarle a leer y escribir, “ya que, hasta ese momento, me aprendía los diálogos de las películas de oídas”. Durante el rodaje de uno de sus filmes en Cuba conoció al novelista norteamericano Ernest Hemingway, que le enseñó a fumar puros, afición que le duró toda la vida. 




Sarita caracterizada como india en un descanso de la película "Veracruz", en la que interpretaba el papel de una bella india. En el centro, maquillada y exhibiendo un gran escote en plena madurez. Abajo, tocando el piano al más puro estilo de Marilyn Monroe, a la que conoció cuando estuvo en América. 

El científico Severo Ochoa, su gran amor

En 1951, con 23 años, viajó a Hollywood por primera vez contratada como cantante de relleno en la orquesta de Agustín Lara. Cuando Max Arnow, descubridor de Rita Hayworth, la vio actuar, le comentó: “He visto sus películas. Eran malas, pero de usted sabían sacar un gran talento”. Le ofrecieron un contrato con la Columbia, que rechazó porque ese estudio le prohibía casarse o tener hijos.

Ese mismo año conoció en Nueva York al premio Nobel Severo Ochoa, a quien describió como “el amor de mi vida con el que estuve cuatro años, pero lo tuvimos que mantener en secreto porque él estaba casado. Fue un amor imposible, nunca había engañado a su mujer porque Carmen era para él intocable, pero como dice la canción: yo era la primavera y ella el otoño”. Un amor que, sin embargo, fue desmentido por la familia del científico.

En 1954, Sara, que entonces vivía un romance con un miembro del Partido Comunista español, sufrió el primero de sus abortos, ya que perdió la hija que esperaba cuando estaba en el séptimo mes de gestación. Ese mismo año, volvió a Hollywood para rodar “Veracruz”, con Burt Lancaster y Gary Cooper, que quedó prendado por la belleza de la manchega. Contratada para actuar en “Serenade”, dirigida por Anthony Mann, en el estudio de al lado se rodaba “Gigante” y Sarita conoció a Elizabeth Taylor y a James Dean, con el que fue fotografiada horas antes de que el mítico actor muriera en accidente de coche. La actriz se enamoró de Mann y su romance culminó en una boda en el hospital “in articulo mortis” en marzo de 1957, después de que el realizador sufriera un infarto, y volvieron a casarse por lo civil en cuanto se recuperó. 


Durante su estancia en EEUU, conoció a Alfred Hitchcock y a Marilyn Monroe; tenía por vecinas a Joan Collins y a Audrey Hepburn y se quedó impactada por la belleza de la divina Greta Garbo. Pero la anécdota más divertida le ocurrió con Marlon Brando, que un día se presentó en su casa a las 5:30 de la madrugada para que le preparara los huevos fritos con ajo al estilo manchego que ella le había prometido hacerle.

Acababa de rodar “Yuma” en Hollywood, cuando Juan de Orduña le propuso protagonizar “El último cuplé”, que se rodó con grandes penurias durante tres meses en Barcelona por el bajo presupuesto que tenían. El productor quería que una cantante doblara a la actriz en las canciones, pero nadie aceptó porque no pagaba en el acto, así que Sara susurró, más que cantó, temas como “Fumando espero” (tango en el que la censura eliminó la estrofa que hacía referencia al cigarrillo que mucha gente se fuma después de hacer el amor), “Nena” y “Ven y ven”. Contra todo pronóstico, la película fue un gran éxito del cine español y ahí se encendió su estrella como intérprete y cantante. Firmó por cuatro películas con un caché de 23 millones de pesetas y protagonizó “La violetera”, “Carmen, la de Ronda”, “Mi último tango” y “Pecado de amor”. Adorada por el público –especialmente el masculino- se convirtió en la actriz mejor pagada de la historia del cine español y en la primera en imponer sus condiciones, una de ellas, luz blanca a la cara. “No necesito nada más para salir estupenda”, aseguraba la actriz, entre cuyas virtudes no figuraba la modestia. A Sara le gustaba recordar una anécdota durante el rodaje de “Mi último tango” (1960), cuando llegó tarde a una secuencia que transcurría en invierno y los figurantes vestían ropa de abrigo. “Al llegar el director me dijo: ‘Pero Antonia, ¿cómo vienes así? Mira cómo están todos…’ Yo, sujetándome con energía los pechos, le contesté: ‘Y el público qué quiere ver en el cine, ¿a estos o a éstas?”.


Primerísimo plano de Sara Montiel en "Carmen la de Ronda" que permite ver la gran belleza que poseía. 

“Intenté e intenté parir, pero no pude”

El dinero ganado lo invirtió en la compra de inmuebles en Madrid, pinturas y joyas. A su regreso a Hollywood volvió a perder un hijo. “He tenido 11 abortos, el último a los 51 años. Intenté e intenté parir, pero no pude. Tenía una panza enorme de ocho meses y me caí al salir del estudio de mi marido. De culo, sentada. Me eché a reír, pero a las pocas horas empecé a sangrar. Me hicieron una cesárea. El bebé había muerto en el momento en que me caí. Me dijeron que tendría secuelas debido al edema de Quint y así fue. Me quedaba embarazada, pero a los tres, cuatro, cinco meses… los perdía a causa de una inflamación en los tejidos blandos”, explicó una vez. Tras un romance con el actor Maurice Ronet –su compañero en tres películas- y con el fotógrafo Mario Montuori, se divorció de Mann en 1963. Al años siguiente, se casó en Roma con el empresario Vicente Ramírez Olalla, “pero lo nuestro apenas duró dos meses porque era machista, quería que dejara mi carrera y se apropió de parte de mi dinero”. 


En los tiempos de cine de destape, género que no le gustó y le hizo dejar el cine. 

Pepe Tous fue el hombre de su vida

En el rodaje de “La dama de Beirut” se lió con Giancarlo Viola, un actor italiano, casado y padre de una hija de pocos meses, con el que la actriz viviría hasta su muerte un romance intermitente. Contra lo esperado, Sara se quedó embarazada, perdió de nuevo el bebé y Viola volvió con su familia. La actriz quedó tan tocada que intentó suicidarse con pastillas. Otro momento trágico fue en 1969, cuando cayó en una profunda depresión tras el fallecimiento de su madre. Volvió a reencontrarse con Giancarlo, pero en 1970 conoció al empresario mallorquín Pepe Tous, sin duda el hombre de su vida, y nueve años después, tras conseguir el divorcio de su segundo marido, se casó por tercera vez. En aquella época ya había dejado el cine porque no le gustaba el destape. Sus últimas películas fueron “Esa mujer” (1969), “Varietés” (1971) y “Cinco almohadas para una noche” (1975). Tras un nuevo aborto, ella y Pepe adoptaron a Thais (1979) y Zeus (1982).


En lo profesional se decantó por la grabación de discos, por el teatro en espectáculos musicales como “Doña Sara de la Mancha” y “Saritízate” y programas de televisión como “Sara y punto” y “Ven al Paralelo”, durante cuya grabación en 1992 falleció a causa de un cáncer su adorado Pepe Tous. Viuda y con dos niños pequeños, Sara sacó fuerzas de flaqueza para tirar adelante.

Giancarlo volvió a su vida y 17 meses después de enviudar, anunció que se casaban, pero la boda no se llevó a cabo.

 

Tony Hernández, de admirador a marido

Durante un viaje a Cuba Sara conoció a Tony Hernández, un ambiguo admirador que trabajaba en la escuela de cine de San Juan de los Baños, 35 años menor que ella y con quien se casó por cuarta vez el 17 de octubre del 2002, vendiendo la exclusiva de la boda a una revista y entrando en el circo mediático. En julio del 2003 el matrimonio se disolvió porque la actriz quería recuperar el cariño de sus hijos, de los que se había distanciado. Tras la separación, Sara acusó a su exmarido de robarle y él se prodigó por los platós de tele explicando intimidades. Tras su divorcio, era habitual verla en los saraos de Madrid, paseando a su perro por los alrededores de su residencia del barrio de Salamanca y realizando algunas actuaciones en directo, así como apariciones estelares en vídeos musicales. En el 2002, protagonizó el anuncio para los premios MTV Europe Music Awards, en el 2009 grabó con Fangoria una versión de su canción “Absolutamente” y colaboró en un vídeo de su hijo, Zeus, que intenta abrirse camino como cantante. En el 2011, volvió al cine, tras 40 años de ausencia, con “Abrázame” y el año pasado realizó una minigira por Estados Unidos para ser homenajeada. 


Durante los últimos meses de su vida tuvo varios altibajos. Aún coleaba el juicio interpuesto a su hombre de confianza, Francisco Fernández, por un presunto delito de estafa; se decía que estaba arruinada y que había puesto su ático en venta; estaba aquejada de artrosis, tenía problemas de visión, vivía semirecluida y parecía que tenía una nueva ilusión con José Ramón Román, un profesor de canto, 10 años más joven que ella. Tras su inesperado fallecimiento el pasado 8 de abril en su casa por causas naturales, Sara será recordada como una de las grandes divas del cine español y la precursora de la actrices que después han triunfado en Hollywood.



LA FOTO CCCLXVIII 


Por Wizuete. Inmortal. 



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