viernes, 3 de marzo de 2023

SEMANA - 8 de junio de 1974 - España


SARA MONTIEL

confidencias de mujer a mujer

“TUVE UN HIJO Y SE ME MURIÓ POCO DESPUÉS DE NACER”

“SOY FELIZ, PORQUE NO LE EXIJO DEMASIADO A LA VIDA”



Sara Montiel dice que no se “duerme en los laureles”, y es verdad. Porque en Barcelona acaba de batir récords de taquilla con su espectáculo “Saritísima”, y ahora le esperan setenta galas, con actuaciones en Argentina, Suiza y Rumanía. El tiempo pasa inexorablemente, pero ella sigue en la brecha tan pimpante, diciendo que la vida es maravillosa y entregándose de verdad y día a día a esa apasionante profesión que ella siente hasta lo más profundo y a la que rinde un verdadero culto.

Sara Montiel ha desbordado la personalidad de María Antonia Abad, que es su verdadero nombre. Aquélla es la diva impetuosa, dura, exigente, responsable, vehemente. Esta es la mujer, sencilla, romántica, sentimental, humana y tremendamente femenina. Sara y María Antonia: la “leona” y la mujer normal, agradable y sosegada. ¿Y quién ha dominado a quién? Ella dice que se siente por completo Sara Montiel. “Aunque comprendo que María Antonia es muy rica”, añade, sonriendo picaronamente.

Nació manchega y confiesa tener cuarenta y un años. Esto último es lo de menos. Cuando una mujer tiene una personalidad arrolladora, no importa su edad. Decía aquella eximia actriz y maravillosa mujer que fue Vivien Leigh, que la mujer-mujer sólo tiene la edad justa y necesaria en cada momento. Y seguro que tenía toda la razón del mundo.

Sara Montiel se crio en Orihuela y allí pasó toda la guerra. Nació de un padre y madre viudos, a los que profesó siempre un amor sin límites, especialmente a su madre, que hasta hace pocos años fue su más fiel consejera y su más entrañable amiga. Casi su otro yo.

Fueron cuatro hermanos, tres hembras y un varón. Y una familia extraordinariamente unida.



Sara Montiel, junto a su amiga y compañera en el espectáculo Perla Cristal. Dos estrellas que se complementan en el escenario y que recorren España de éxito en éxito. 

-¿Cuál es el recuerdo de tu infancia que te ha quedado más grabado?

-Las colchas manchegas que tenía mi madre y que yo me ponía con cuatro y cinco años para hacer teatro en mi casa. Y cuando dormía con mi hermana mayor, que me lleva veintidós años y que fue quien prácticamente me crio.

-¿A quién te pareces tú?

-A mi madre, sobre todo en la paciencia.

-¿Te ha dado la vida todo lo que merecías? ¿Más o menos?

-La vida me ha dado demasiado. Sobre todo unos padres maravillosos. Yo he luchado mucho, es verdad, pero a cambio he tenido éxitos, triunfos y todo lo que he necesitado. Además, Dios me ha concedido una gran salud y gente buena alrededor. He conocido el Amor, con mayúscula, y he amado y me he sentido amada. ¿Qué más puedo pedir?

-¿Qué deseas ahora que has llegado al cenit de tu vida?

-Lo mismo. Seguir viviendo, luchando y amando.

-¿Qué admiras por encima de todo?

-Al que está detrás de unas candilejas. Y la bondad y la sinceridad. Es decir, todo lo que no se aprende. Sino que se lleva en la sangre. 



-¿Tú no mientes nunca?

-A veces tengo que mentir por no hacer daño. Pero no soy mentirosa. Es distinto. Los que son hipócritas y calumniadores de corazón, a ésos los llevaría al patíbulo.

-¿Y de la fidelidad, qué opinas?

-Eso ya es otra cosa y depende de la vida. Pero lo otro, el ser auténtico, verdadero, lo decides tú.

-Se dicen tantas cosas de ti, Sara… ¿Cómo eres de verdad? Dilo tú.

-La gente habla de mí sin conocerme. A mí no me conoce nadie, porque ni me conozco yo. Soy una mezcla de todo. Responsable y exigente con mi trabajo. Absorbente y dura. Y cariñosa y sensible. Todo mezclado.

-¿Todo lo que te propones lo consigues?

-Todo no. Me hubiese gustado conseguir un Oscar y no lo he tenido.

-¿Has hecho muchas concesiones en tu vida por el dinero?

-No; a mí el dinero me importa un bledo. Si el dinero no sirve ni para curar a una persona enferma, no sirve para nada.

-¿Crees que en la vida hay gente buena y gente mala?

-Yo no creo que haya gente muy buena, ni gente muy mala. Simplemente creo que hay que “creer” en la gente. Yo creo, por ejemplo, absolutamente en la amistad, a pesar de que muchos amigos me hayan defraudado.

-¿Si volvieses a nacer, harías todo lo que has hecho hasta ahora?

-Sí; si volviese a nacer, volvería a empezar. Pero sería más fría. ¡Maldita sea!

-¿No es malo creerse que uno es más guapo que nadie? ¿A ti no te ha pasado un poco eso?

-Como comprenderás no puedo pensar que soy fea, porque  a la vista está; pero nunca he pensado que yo fuese más guapa que las demás. Mira, tengo una sobrina que es muchísimo más guapa que yo.



-Sara, ¿serías capaz de hablarme con la “mano en el corazón” de los hombres que han pasado por tu vida? ¿De quién verdaderamente has estado enamorada y de quién no?

-Mira, por mi vida han pasado hombres a “patadas”, pero que hayan permanecido o que me hayan dejado huella, poquísimos. Primero porque hay muy pocos hombres de verdad. Y porque, contrariamente a lo que la gente pueda pensar, a mí me resulta dificilísimo enamorarme: ahora, eso sí, cuando lo hago, “caigo de cabeza”. No tengo término medio.

-¿Cómo ha de ser el tipo de hombre que sea capaz de dejarte huella?

-A mí el hombre me tiene que entrar por muchos caminos. Pido el hombre en todo: en la educación, en el señorío, en la responsabilidad…

-¿Estuviste realmente enamorada de tu primer marido, Anthony Mann, o sólo te casaste con él para promocionarte en el cine, porque él era un gran director?

-Anthony Mann era un hombre “divino”. Estuve casi siete años casada con él. En el trabajo nos compenetrábamos totalmente y yo le admiraba. Pero quizá yo era demasiado joven para él y notaba una distancia insalvable. Sin embargo, creo que le quise mucho.

-¿Qué pasó con el hombre que fue tu segundo marido?

-Que en seguida se plantearon problemas, porque creyó que yo iba a ser una mujer normal de mi casa, y eso no era lógico. Él me conoció siendo Sara Montiel, y como seguramente no debió entenderlo, lo mejor fue cortar por lo sano.

-¿Ahora estás enamorada de verdad?

-Completamente. Y además de una manera tranquila y sosegada. No hay el menor problema entre los dos. Ni de celos, ni de nada.

-¿Repetirías una nueva experiencia matrimonial?

-Claro, ¿por qué no?

-¿Las cosas llevan camino de conduciros a ese fin?

-Sí. Cuando hay amor, no importa esperar. Y como te he dicho antes, yo he aprendido de mi madre a ser paciente. 



En efecto, el amor que Sara Montiel tiene en Palma de Mallorca es duradero e ilusionado. Él se desplaza con gran asiduidad donde ella está actuando; siempre que puede la acompaña en sus viajes, y ella va a la isla (donde tiene una hermosa casa) con toda la frecuencia que su incesante actividad artística le permite. Y han puesto sus mayores esperanzas en el futuro de ese amor.

-¿No te has quedado con la frustración de ser madre?

-No, porque lo he sido.

-¿Cuándo? Háblame de eso.

-Tuve un hijo; me hicieron la cesárea y se me murió poco después. Yo estaba casada con Anthony Mann. En 1959 me quedé encinta dos veces y también los perdí, y además lo pasé muy mal. Pero cualquier día los tendré por pares. Ya verás. Pero te aseguro que lo que me horroriza es que me venga mal. Tengo tan mal recuerdo de esperar un hijo…

-¿Entonces, esa operación de tu famoso ombligo, era para quitar la cicatriz de aquella cesárea?

-Exacto.

-¿Y por qué no habías dicho nunca que tuviste un hijo?

-Porque no creo que le interesase a nadie el saberlo. Lo que pasa es que como ahora estamos en plan de confidencias… te lo digo.

-De verdad, de verdad, Sara, ¿eres una mujer feliz?

-Muchas cosas me han salido mal. He tenido muchos disgustos y muchas alegrías. Muchos problemas y muchas cosas que me han sido fáciles. Pero soy feliz. Quizá con esa felicidad que estriba en no exigir demasiado a la vida.

-¿Hasta cuándo vas a trabajar, Sara?

-Hasta que me muera. Cuando ya no pueda actuar cara al público o hacer películas, dirigiré. Sí, lo tengo decidido. Cuando sea del todo mayor seré directora de cine o de teatro. Pero siempre estaré ligada a la vida artística. Adoro mi profesión y es toda mi vida.

-¿A qué actriz admiras más?

-Sin duda ninguna, a Elizabeth Taylor, porque es una luchadora como yo, y, desde luego, una mujer sensacional.

-¿Rezas alguna vez, Sara?

-Sí; rezo por mi madre.

-¿Te has sentido sola muchas veces?

-¡Quién no se siente solo a veces! De todas formas yo siempre tengo a mis hermanos alrededor. Somos una familia muy unida. Además viajo muchísimo; y el trabajo me absorbe. Y por encima de todo amo y me siento amada, que es lo que verdaderamente ayuda a vivir.

-Cuéntame alguna anécdota reciente.

-Pues, mira: actuando aquí, en Barcelona, hace unos días, con esa boa de plumas de marabú que saco en uno de los números, no sé lo que pasó, que de pronto, mientras cantaba, me tragué una pluma. Creí que me ahogaba, te lo aseguro. Yo no sé si el público se dio cuenta o no, pero pasé un rato fatal cuando se me quedó atravesada en la garganta. Pero me dije, con toda la serenidad que pude: “Antonia, a tragar y a seguir cantando.” Y así fue. Pero, hija, qué mal rato pasé –añade riendo.




Y Sara Montiel, cuya apariencia de diva que está por encima de todo parece fría, distante, pagada de sí misma y nada asequible, resulta que no es así. Tiene algo de eso, pero en una difícil y arriesgada mezcla con la personalidad de la mujer sin la cual no existiría: María Antonia Abad. Amable, simpática, generosa y condescendiente con sus empleados y con la gente que le rodea. Afable, paciente, risueña… Son las dos caras de Sara Montiel, aunque con los mismos ojos rasgados y los mismos gestos y facciones sugerentes y atractivos. Sara Montiel, además, como todas las famosas, ha estado sujeta a todo tipo de críticas y de especulaciones en cuanto a su vida privada. Sin embargo, Sara Montiel no bebe más que agua mineral, se acuesta temprano y se cuida mucho más que cualquier mujer normal. Fumar, eso sí lo hace, casi continuamente; pero, como ella dice, es la válvula de escape de sus nervios. En cuanto a que la gente diga que está demasiado “metida en carnes”, o que si tiene tal o cual edad, a ella le trae sin cuidado y no sólo lo “encaja” olímpicamente, sino que en sus actuaciones se “autoburla” de sus propios defectos y alardea de todo cuanto la gente habla en contra de ella. De esa forma, en indudable que nunca se dejará dominar por los complejos. Y como ella dice, con sorna: “Le doy cada sorpresa al público…” Y acentúa sus palabras con esa laxitud verbal que emplea siempre cuando habla y que uno no sabe si es ironía o naturalidad.

 

Mary MÉRIDA



EL RECORTE CCCLXXV

A Sara Montiel muchas veces le echaron en cara hacer siempre lo mismo. Lo cierto es que pudo mantenerse hasta el final haciendo siempre lo mismo (según quienes la criticaban) y siempre logró sorprender. Léase este artículo de Pronto, 22 de octubre de 1984 y su espectáculo 'Nostalgias'. Los camerinos se convertían, a su vez, en el confesionario de la estrella (al menos de lo que ella quiso compartir). 


EL ESCANDALOSO ESPECTÁCULO DE

SARA MONTIEL


Sara Montiel se vistió de "punky" en un show del teatro "La Latina" de Madrid. El aplauso por su espectáculo fue glorioso. 

Solo Sara Montiel es capaz de montar un espectáculo como el que se representa en el teatro de “La Latina” desde hace unos días. Sara consiguió reunir a tres figuras famosas de la canción de la talla artística de Olga Guillot, Celia Gámez, Manolo Otero y ella misma. Como era de esperar, mucha fe la gente que acudió a ver a esas jóvenes glorias de la canción.

Sara, ¿qué podemos decir de ella? Revolucionó el patio de butacas en cuanto apareció. Lucía un cuerpo magnífico y para demostrar que está en plena forma se atrevió con un modelito estilo punky-sadomasoquista bailando al son de una versión de uno de sus boleros; al principio la gente reía, pero al final todo el mundo se quedó con la boca abierta. Sara lo estaba haciendo muy bien, únicamente que nadie se podía imaginar que llegase a ese extremo. El aplauso fue glorioso.



El momento más crucial del espectáculo es un apasionado beso entre Sara Montiel y Manolo Otero. 

El momento crucial lo protagonizaron Manolo y Sara al son de un bolero de la manchega, bailaron los dos amorosamente y acabaron la canción con un beso apasionado entre la pareja.

Fue una noche célebre, con un vestuario, unos personajes y unos buenos actores-cantantes que hicieron las delicias del público, un público sediento de ver a esas viejas glorias.

El que supervisó todo fue Pepe Tous, marido de Sara, que en el patio de butacas puesto en pie no se perdía detalle, más nervioso que las debutantes de la noche.

Al final muchos aplausos en honor de estas tres mujeres que tanto han significado para España: Celia Gámez, Olga Guillot y Saritísima.

 

Texto: MARÍA JOSÉ LORENZO

Fotos: MANUEL PINILLA


LA FOTO CCCLXXV


La diva posa en el camerino durante su espectáculo "Saritísima" (1974). 

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