SARA MONTIEL
confidencias de mujer a mujer
“TUVE UN HIJO Y SE ME MURIÓ POCO DESPUÉS DE NACER”
“SOY FELIZ, PORQUE NO LE EXIJO DEMASIADO A LA VIDA”
Sara Montiel
dice que no se “duerme en los laureles”, y es verdad. Porque en Barcelona acaba
de batir récords de taquilla con su espectáculo “Saritísima”, y ahora le
esperan setenta galas, con actuaciones en Argentina, Suiza y Rumanía. El tiempo
pasa inexorablemente, pero ella sigue en la brecha tan pimpante, diciendo que
la vida es maravillosa y entregándose de verdad y día a día a esa apasionante
profesión que ella siente hasta lo más profundo y a la que rinde un verdadero
culto.
Sara Montiel ha
desbordado la personalidad de María Antonia Abad, que es su verdadero nombre.
Aquélla es la diva impetuosa, dura, exigente, responsable, vehemente. Esta es
la mujer, sencilla, romántica, sentimental, humana y tremendamente femenina.
Sara y María Antonia: la “leona” y la mujer normal, agradable y sosegada. ¿Y
quién ha dominado a quién? Ella dice que se siente por completo Sara Montiel. “Aunque comprendo que María Antonia es muy rica”,
añade, sonriendo picaronamente.
Nació manchega y
confiesa tener cuarenta y un años. Esto último es lo de menos. Cuando una mujer
tiene una personalidad arrolladora, no importa su edad. Decía aquella eximia
actriz y maravillosa mujer que fue Vivien Leigh, que la mujer-mujer sólo tiene
la edad justa y necesaria en cada momento. Y seguro que tenía toda la razón del
mundo.
Sara Montiel se
crio en Orihuela y allí pasó toda la guerra. Nació de un padre y madre viudos,
a los que profesó siempre un amor sin límites, especialmente a su madre, que
hasta hace pocos años fue su más fiel consejera y su más entrañable amiga. Casi
su otro yo.
Fueron cuatro
hermanos, tres hembras y un varón. Y una familia extraordinariamente unida.
-¿Cuál es el
recuerdo de tu infancia que te ha quedado más grabado?
-Las
colchas manchegas que tenía mi madre y que yo me ponía con cuatro y cinco años
para hacer teatro en mi casa. Y cuando dormía con mi hermana mayor, que me
lleva veintidós años y que fue quien prácticamente me crio.
-¿A quién te
pareces tú?
-A
mi madre, sobre todo en la paciencia.
-¿Te ha dado la
vida todo lo que merecías? ¿Más o menos?
-La
vida me ha dado demasiado. Sobre todo unos padres maravillosos. Yo he luchado
mucho, es verdad, pero a cambio he tenido éxitos, triunfos y todo lo que he
necesitado. Además, Dios me ha concedido una gran salud y gente buena
alrededor. He conocido el Amor, con mayúscula, y he amado y me he sentido
amada. ¿Qué más puedo pedir?
-¿Qué deseas
ahora que has llegado al cenit de tu vida?
-Lo
mismo. Seguir viviendo, luchando y amando.
-¿Qué admiras
por encima de todo?
-Al
que está detrás de unas candilejas. Y la bondad y la sinceridad. Es decir, todo
lo que no se aprende. Sino que se lleva en la sangre.
-¿Tú no mientes
nunca?
-A
veces tengo que mentir por no hacer daño. Pero no soy mentirosa. Es distinto.
Los que son hipócritas y calumniadores de corazón, a ésos los llevaría al
patíbulo.
-¿Y de la
fidelidad, qué opinas?
-Eso
ya es otra cosa y depende de la vida. Pero lo otro, el ser auténtico,
verdadero, lo decides tú.
-Se dicen tantas
cosas de ti, Sara… ¿Cómo eres de verdad? Dilo tú.
-La
gente habla de mí sin conocerme. A mí no me conoce nadie, porque ni me conozco
yo. Soy una mezcla de todo. Responsable y exigente con mi trabajo. Absorbente y
dura. Y cariñosa y sensible. Todo mezclado.
-¿Todo lo que te
propones lo consigues?
-Todo
no. Me hubiese gustado conseguir un Oscar y no lo he tenido.
-¿Has hecho
muchas concesiones en tu vida por el dinero?
-No;
a mí el dinero me importa un bledo. Si el dinero no sirve ni para curar a una
persona enferma, no sirve para nada.
-¿Crees que en
la vida hay gente buena y gente mala?
-Yo
no creo que haya gente muy buena, ni gente muy mala. Simplemente creo que hay
que “creer” en la gente. Yo creo, por ejemplo, absolutamente en la amistad, a
pesar de que muchos amigos me hayan defraudado.
-¿Si volvieses a
nacer, harías todo lo que has hecho hasta ahora?
-Sí;
si volviese a nacer, volvería a empezar. Pero sería más fría. ¡Maldita sea!
-¿No es malo
creerse que uno es más guapo que nadie? ¿A ti no te ha pasado un poco eso?
-Como
comprenderás no puedo pensar que soy fea, porque a la vista está; pero nunca he pensado que yo
fuese más guapa que las demás. Mira, tengo una sobrina que es muchísimo más
guapa que yo.
-Sara, ¿serías
capaz de hablarme con la “mano en el corazón” de los hombres que han pasado por
tu vida? ¿De quién verdaderamente has estado enamorada y de quién no?
-Mira,
por mi vida han pasado hombres a “patadas”, pero que hayan permanecido o que me
hayan dejado huella, poquísimos. Primero porque hay muy pocos hombres de
verdad. Y porque, contrariamente a lo que la gente pueda pensar, a mí me
resulta dificilísimo enamorarme: ahora, eso sí, cuando lo hago, “caigo de
cabeza”. No tengo término medio.
-¿Cómo ha de ser
el tipo de hombre que sea capaz de dejarte huella?
-A
mí el hombre me tiene que entrar por muchos caminos. Pido el hombre en todo: en
la educación, en el señorío, en la responsabilidad…
-¿Estuviste
realmente enamorada de tu primer marido, Anthony Mann, o sólo te casaste con él
para promocionarte en el cine, porque él era un gran director?
-Anthony
Mann era un hombre “divino”. Estuve casi siete años casada con él. En el
trabajo nos compenetrábamos totalmente y yo le admiraba. Pero quizá yo era
demasiado joven para él y notaba una distancia insalvable. Sin embargo, creo
que le quise mucho.
-¿Qué pasó con
el hombre que fue tu segundo marido?
-Que
en seguida se plantearon problemas, porque creyó que yo iba a ser una mujer
normal de mi casa, y eso no era lógico. Él me conoció siendo Sara Montiel, y
como seguramente no debió entenderlo, lo mejor fue cortar por lo sano.
-¿Ahora estás
enamorada de verdad?
-Completamente.
Y además de una manera tranquila y sosegada. No hay el menor problema entre los
dos. Ni de celos, ni de nada.
-¿Repetirías una
nueva experiencia matrimonial?
-Claro,
¿por qué no?
-¿Las cosas
llevan camino de conduciros a ese fin?
-Sí. Cuando hay amor, no importa esperar. Y como te he dicho antes, yo he aprendido de mi madre a ser paciente.
En efecto, el
amor que Sara Montiel tiene en Palma de Mallorca es duradero e ilusionado. Él
se desplaza con gran asiduidad donde ella está actuando; siempre que puede la
acompaña en sus viajes, y ella va a la isla (donde tiene una hermosa casa) con
toda la frecuencia que su incesante actividad artística le permite. Y han
puesto sus mayores esperanzas en el futuro de ese amor.
-¿No te has
quedado con la frustración de ser madre?
-No,
porque lo he sido.
-¿Cuándo?
Háblame de eso.
-Tuve
un hijo; me hicieron la cesárea y se me murió poco después. Yo estaba casada
con Anthony Mann. En 1959 me quedé encinta dos veces y también los perdí, y
además lo pasé muy mal. Pero cualquier día los tendré por pares. Ya verás. Pero
te aseguro que lo que me horroriza es que me venga mal. Tengo tan mal recuerdo
de esperar un hijo…
-¿Entonces, esa
operación de tu famoso ombligo, era para quitar la cicatriz de aquella cesárea?
-Exacto.
-¿Y por qué no
habías dicho nunca que tuviste un hijo?
-Porque
no creo que le interesase a nadie el saberlo. Lo que pasa es que como ahora
estamos en plan de confidencias… te lo digo.
-De verdad, de
verdad, Sara, ¿eres una mujer feliz?
-Muchas
cosas me han salido mal. He tenido muchos disgustos y muchas alegrías. Muchos
problemas y muchas cosas que me han sido fáciles. Pero soy feliz. Quizá con esa
felicidad que estriba en no exigir demasiado a la vida.
-¿Hasta cuándo
vas a trabajar, Sara?
-Hasta
que me muera. Cuando ya no pueda actuar cara al público o hacer películas,
dirigiré. Sí, lo tengo decidido. Cuando sea del todo mayor seré directora de
cine o de teatro. Pero siempre estaré ligada a la vida artística. Adoro mi
profesión y es toda mi vida.
-¿A qué actriz
admiras más?
-Sin
duda ninguna, a Elizabeth Taylor, porque es una luchadora como yo, y, desde
luego, una mujer sensacional.
-¿Rezas alguna
vez, Sara?
-Sí;
rezo por mi madre.
-¿Te has sentido
sola muchas veces?
-¡Quién
no se siente solo a veces! De todas formas yo siempre tengo a mis hermanos alrededor.
Somos una familia muy unida. Además viajo muchísimo; y el trabajo me absorbe. Y
por encima de todo amo y me siento amada, que es lo que verdaderamente ayuda a
vivir.
-Cuéntame alguna
anécdota reciente.
-Pues,
mira: actuando aquí, en Barcelona, hace unos días, con esa boa de plumas de
marabú que saco en uno de los números, no sé lo que pasó, que de pronto,
mientras cantaba, me tragué una pluma. Creí que me ahogaba, te lo aseguro. Yo
no sé si el público se dio cuenta o no, pero pasé un rato fatal cuando se me
quedó atravesada en la garganta. Pero me dije, con toda la serenidad que pude:
“Antonia, a tragar y a seguir cantando.” Y así fue. Pero, hija, qué mal rato
pasé –añade
riendo.
Y Sara Montiel,
cuya apariencia de diva que está por encima de todo parece fría, distante,
pagada de sí misma y nada asequible, resulta que no es así. Tiene algo de eso,
pero en una difícil y arriesgada mezcla con la personalidad de la mujer sin la
cual no existiría: María Antonia Abad. Amable, simpática, generosa y condescendiente
con sus empleados y con la gente que le rodea. Afable, paciente, risueña… Son
las dos caras de Sara Montiel, aunque con los mismos ojos rasgados y los mismos
gestos y facciones sugerentes y atractivos. Sara Montiel, además, como todas
las famosas, ha estado sujeta a todo tipo de críticas y de especulaciones en
cuanto a su vida privada. Sin embargo, Sara Montiel no bebe más que agua
mineral, se acuesta temprano y se cuida mucho más que cualquier mujer normal.
Fumar, eso sí lo hace, casi continuamente; pero, como ella dice, es la válvula
de escape de sus nervios. En cuanto a que la gente diga que está demasiado
“metida en carnes”, o que si tiene tal o cual edad, a ella le trae sin cuidado
y no sólo lo “encaja” olímpicamente, sino que en sus actuaciones se “autoburla”
de sus propios defectos y alardea de todo cuanto la gente habla en contra de
ella. De esa forma, en indudable que nunca se dejará dominar por los complejos.
Y como ella dice, con sorna: “Le doy cada sorpresa
al público…” Y acentúa sus palabras con esa laxitud verbal que emplea
siempre cuando habla y que uno no sabe si es ironía o naturalidad.
Mary MÉRIDA
EL RECORTE CCCLXXV
A Sara Montiel muchas veces le echaron en cara hacer siempre lo mismo. Lo cierto es que pudo mantenerse hasta el final haciendo siempre lo mismo (según quienes la criticaban) y siempre logró sorprender. Léase este artículo de Pronto, 22 de octubre de 1984 y su espectáculo 'Nostalgias'. Los camerinos se convertían, a su vez, en el confesionario de la estrella (al menos de lo que ella quiso compartir).
EL ESCANDALOSO ESPECTÁCULO DE
SARA MONTIEL
Solo Sara
Montiel es capaz de montar un espectáculo como el que se representa en el
teatro de “La Latina” desde hace unos días. Sara consiguió reunir a tres
figuras famosas de la canción de la talla artística de Olga Guillot, Celia
Gámez, Manolo Otero y ella misma. Como era de esperar, mucha fe la gente que
acudió a ver a esas jóvenes glorias de la canción.
Sara, ¿qué
podemos decir de ella? Revolucionó el patio de butacas en cuanto apareció.
Lucía un cuerpo magnífico y para demostrar que está en plena forma se atrevió
con un modelito estilo punky-sadomasoquista bailando al son de una versión de
uno de sus boleros; al principio la gente reía, pero al final todo el mundo se
quedó con la boca abierta. Sara lo estaba haciendo muy bien, únicamente que
nadie se podía imaginar que llegase a ese extremo. El aplauso fue glorioso.
El momento
crucial lo protagonizaron Manolo y Sara al son de un bolero de la manchega,
bailaron los dos amorosamente y acabaron la canción con un beso apasionado
entre la pareja.
Fue una noche
célebre, con un vestuario, unos personajes y unos buenos actores-cantantes que
hicieron las delicias del público, un público sediento de ver a esas viejas
glorias.
El que supervisó
todo fue Pepe Tous, marido de Sara, que en el patio de butacas puesto en pie no
se perdía detalle, más nervioso que las debutantes de la noche.
Al final muchos
aplausos en honor de estas tres mujeres que tanto han significado para España:
Celia Gámez, Olga Guillot y Saritísima.
Texto: MARÍA JOSÉ LORENZO
Fotos: MANUEL PINILLA
LA FOTO CCCLXXV
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